Y de repente, alguién querido me enseñó el modo de explayarme en mis aficiones, mis gustos e, incluso, mis nostalgias inconfesadas. Lo que se mantiene escondido, aunque sea desde la más temprana juventud, suele salir a la luz, cuando el horizonte del tiempo no se ve tan lejano. Desde antiguo he tenido la sensación de ser un hombre "inicio", como si los finales se contemplasen en el infinito, imposibles de alcanzar. Desde aquel proyecto abandonado de novela "turistica", ambientada en un tiempo y un lugar que ya no existen, hasta unas aportaciones a un periódico digital, han surgido millones de letras, sobre papel o desde teclado, de los cuales he aprendido, o al menos intentado asimilar, que escribir es leer, leer y volver a leer. Y es que el valor de la palabras sobresale en la medida que se aman. A fin de cuentas, de eso se trata, de amar. Aunque, en muchas ocasiones, sea muy difícil, y más si sientes que no eres amado. Sin embargo, el mérito está, precisamente, en ello, en apreciar a quiénes sabes que no te tienen en mucha estima. Vamos, pues, a dejar brotar esas palabras amadas que pretenderán volar más allá de recuerdos, nostalgias, ansias, disgustos, los menos, y alegrías, las más. No habrá mucha ambición de posteridad, ni de temporalidad presente, sino, simplemente, lo dicho: poner negro sobre blanco, cuanto pueda surgir de un magín que no desea sentirse anquilosado.
Julio 2015